
Pues sí, el caso es muy similar. Todo se basa en las propiedades de las sustancias que se obtienen y derivan de la materia prima, la uva, y el proceso de elaboración del caldo.
Si recordáis el post en el que hablábamos de esta materia prima, el vino y la uva, del proceso de elaboración del mosto, dependía que las sustancias positivas de esta pasaran al caldo final consiguiendo un resultado equilibrado, algo que depende tanto del suelo y la variedad de la uva como del proceso de prensado y maceración. Un prensado más intenso hará que el vino sea muy diferente al elaborado con un mosto que ha sufrido menos presión ya que las cantidades de sustancias transmitidas a éste serán diferentes.

Y todo esto porque en el proceso de elaboración del vino, sobre todo en los tintos, quedan en el caldo multitud de propiedades de la uva, sus taninos y fenoles como el resveratrol. Algunas de estas sustancias son las que actúan en la uva protegiéndola de hongos y en los humanos protegiendo contra el envejecimiento de las células.
Aunque estos compuestos no son únicos de la uva si no que se encuentran en más alimentos. El vino tiene la ventaja, además de ser una delicia, de contar tanto con los taninos procedentes de la propia fruta (más aún si se trata de vino tinto por que el mosto se macera con la piel) y los taninos que le aporta la crianza en madera.

Quienes han probado esta maravilla afirman que tiene efectos reafirmantes y sobre todo relajantes. No es de extrañar ya que los efectos de los antioxidantes sobre los radicales libres de la piel son conocidos.
Uno de los vinos más utilizados para este tipo de tratamientos es el cabernet que, según los expertos, es especialmente beneficioso para la eliminación de las células muertas de la piel.
De cualquier forma, y con casi cualquier vino, bañarse en este caldo y que te den un buen masaje con aceites de uva tiene que ser una experiencia única, ¿No crees?
Bodegas Mezquita.